sábado, 6 de julio de 2013

De abajo a arriba:


El otro día reventé en twitter.
Y me dio igual.
Últimamente todo me da un poco más igual. 
Es lo que tiene. 

Y hoy otra vez. (de abajo a arriba también)


¿Que por qué lo pongo aquí?
Porque iba a hacer una entrada con algunas cosas 
y al final acabé en twitter, que es más rápido, más espontáneo y tal.

domingo, 23 de junio de 2013

Kunie


   Un nueve de marzo (pero no un nueve de marzo cualquiera, si no el primer nueve de marzo que pasé con Kaba) íbamos paseando por el Charco de la Pava como tantos otros domingos hacíamos por pura diversión. Era nuestro segundo mesiversario juntos. En una de las tiendas de animales, había un par de conejitos de color crema con orejas, nariz, patitas y cola negras. A mí los conejos nunca me habían llamado especialmente la atención (Y digo especialmente porque todos los bichos me encantan) pero el caso es que uno de ellos casi salta de la conejera al suelo, y yo lo intercepté en pleno salto y añadí ese "ooooh!" inevitable que a todos se nos ha escapado alguna vez.
  Kaba me la regaló. Mi cumple estaba cerca y ese bichito no dejaba de lamerme y esconderse en el hueco de mi codo. Esta es la primera foto que tengo suya. Era diminuta, adorable, y parecía un peluche. (atestiguo con una foto, para que veáis que es objetivo, que el bichito en cuestión era irresistible). 
   Era blanca con el hoziquillo y el vientre gris y las orejas, los extremos de las patas, y la cola eran de color marrón oscuro. Luego cambió bastante de color con los años.
   Ella no lo sabe, pero el caso es que me ayudó a superar la muerte de mi tortuguita, Casi,  que llevaba conmigo casi 12 años (motivo por el cual no dejaba de decír que no quería más mascotas... je!).



   Nos la llevamos a casa en una caja de pajarito (así de pequeña era, y el tipo dijo que no crecería mucho más). Mintió. Dijo que sólo comía heno. Mintió.
Llegó a casa temblando, se hizo pis, se quedó quietita en un rincón y luego lo olisqueó todo.
   Al día siguiente, en el veterinario nos dijeron que aún no sabían si era macho o hembra, pero que dada la proporción de las orejas, se haría bastante grante. Que probablemente se le agacharían las orejas porque parecía Belier, y que era un cruce. Fue una hembra, se llamó Kunie, fue grande como mi brazo y sus orejas estuvieron siempre hacia arriba y eran su principal rasgo distintivo porque eran enormes. 


   La sacábamos al Parque Maria Luisa a pasear, siempre fue maja con todos, hasta acabó no sé cómo en el escote de Fanny. Daba lametones por doquier y verla dar saltitos era mi alegría de cada día. Poquito a poco fuimos aprendiendo qué comía, y qué significaban los ruiditos y gestitos que hacía de vez en cuando.
   Al principio la llevaba siempre conmigo, por miedo a dejarla sola. Muchas veces la colé en la mochila para la residencia de Kaba (donde no se permitían animales). Ella pasaba las noches en la ducha de Kaba (que de hecho es como el suelo, solo que la poníamos ahí para que fuera más fácil recoger la cantidad ingente de bolas y pises que hacía al principio. Teníais que haber visto cómo dejaba la ducha.

   Allí se meó en los cómics de Metal Gear de Kaba. Le gustaron mucho, y los marcó como suyos, se ve.  Al principio se meaba por todas partes y sus sitios preferidos éramos nosotros. Un día, la primera vez que fuimos a Valencia con ella, empezó a rascar a Kaba en el pantalón. "Le gustas!" decía yo. Pero no. Tenía pis y no tenía dónde hacerlo, así que se lo hizo allí. Desde luego, nos quedó claro que éramos suyos. Y kaba se tuvo que cambiar a mitad de trayecto.


   No sabía aún cómo cuidarla en condiciones y me fié del tipo de la tienda, que me dijo que el heno y agua le bastaba para subsistir. Por suerte, de peque le daba pan duro, porque descubrí que le encantaba. No quería comer zanahorias ni nada prácticamente. Le dio un golpe de calor, y un día, cuando volví, se revolvía en la jaula, tumbada, sin poder levantarse. Me asusté mucho, pero se le pasó con sólo un poco de pan y bebiendo agüita (con ayuda). A partir de ese momento empecé a leer mil cosas, a aprender a interpretar lo que decía y lo que necesitaba.  
Ese año fue el único año que la vi así:



Poco a poco fue comiendo de todo: plátano, pimientito, zanahorias... chocolate, Macarrones, panga. (no es que yo se lo diera, es que ella era una experta ladrona. Un día fui un minuto a hacer pis y cuando volví, se había subido a la cama, había encontrado entreabierto el cajón del chocolate, y me llenó la cama y el suelo de chocolate 90% cacao >__<. Cuando llegué se estaba relamiendo el chocolate del hozico (Una lástima que no haya testimonio gráfico). Otro día, estábamos cenando sentados en la cama mientras veíamos una serie, y ella se subió sigilosamente por atrás y cuando nos dimos cuenta estaba viendo la serie con nosotros, comiendo macarrones con carne. Y otro día salió corriendo con una panga entera en la boca. La mesa era debasiado baja. u_u


Luego le presentamos a Lilu, la chincilla de Eli, y pese a ser dos hembras, estuvieron a punto de hacer chinchinejos :P Jugaban bastante, se perseguían por el pasillo y la chinchi se le subía encima;
Conoció también a Lol, el gato de Gloria, que no hacía más que perseguirla (jugando, creo, pero a Kunie no le hizo gracia xD).
Y luego vino Única, la Rothweiler de María, muy maja que vivía con nosotros y que por las mañana nos despertó alguna vez abriendo la puerta de la habitación. Se sentaba frente a la jaula y flipaba con la coneja (a veces ladraba), pero claro, me daba miedo sacarla. Un día se la presentamos: Kaba sujetaba a Única y yo cuidaba de Kunie. Para mi sorpresa la perra no hacía más que darle besos.
También estaba Igle (no sé cómo se escribe, pero significa "erizo" en alemán) el erizo de mi compi de piso. Kunie lo olía de lejos. Un día se quedó a nuestro cargo  y le dimos un poco de heno de Kunie, para ver qué hacía(Antes de dárselo vi que podían comerlo sin problema). Para nuestro horror, el bichillo se puso bocarriba, empezó a retorcerse y a tirar espuma por la boca. Me dio un susto de muerte, casi salgo corriendo al veterinario! Busqué en internet a toda pastilla y vi que por lo visto es un ritual que se llama "unción" y que lo hacen cuando algo les gusta mucho. La saliva que producen, impregnada por el olor de el heno en este caso, se la ponen entre las púas (nadie sabe por qué) y por eso se "retorcía".
Luego, esa misma compi tuvo un conejito albino que era una pasada. Muy pequeño. Kunie y él hicieron muy buenas migas, desafortunadamente, no sobrevivió mucho tiempo, porque tenía una enfermedad respiratoria u_u. Ese ha sido el único cone que ha visto Kunie. Pobreta.


Luego la enseñamos a hacer pis en su sitio, con mucha paciencia, e incluso las bolitas. Venía cuando la llamabas y era puro amor verla corretear, dar saltitos como loca y resvalarse por el suelo liso.


  Cuando la trajimos a Valencia, mi madre se sorprendió. Yo le había dicho que tenía un cone que me había regalado Kaba, y de hecho le envié la primera foto de este post. Ella aseguró que creía que era de peluche.
   En casa, las cosas no fueron bien. A mi madre no le hacía mucha gracia tenerla por aquí: mordía los zócalos, los libros, los cables, un poto que tenía mi madre, y marcaba territorio donde podía. Nunca tuvo muy buena relación con ella, pero pese a eso, Kunie la seguía y ponía la cabeza en el suelo a su lado, para que mi madre la rascara con los pies. Le encantaba que le hicieran eso. No sé por qué xD.


 Procurábamos sacarla a menudo, incluso la subíamos a la terraza cuando tendíamos la ropa, hasta que una cez, la sacamos, y parecía que le daba miedo el exterior. Se pasó todo el rato tensa y a nuestro lado. Sin hacer nada. Probamos un par de veces más, con igual resultado, y ya no volvimos a sacarla.




   Después del primer año creció tanto que ya a penas cabía en su jaula, así que le compramos una enorme por muy poquito, que además era plegable para los viajes. Aunque supongo que eso no ayudó a que a mi madre la aceptara en casa.
   No me malinterpretéis, la quería, a su manera. Pero supongo que a nadie le hace gracia verse en una situación en la que no ha decidido meterse... y en fin. Al principio a Kunie le costó adaptarse y mi madre se quedó con aquello, supongo. Sin embargo le hacía carantoñas de vez en cuando, le daba la hoja de fuera de la lechuga y todo eso. Lo justo, pero le demostraba afecto. Y Kunie lo notaba. Incluso le hacía caso cuando le decía "échate" o le chistaba para que dejara de hacer lo que estaba haciendo.


Y nada, se hizo muy grande, nos entendíamos muy bien y llegó a ser una amiga para mí. Me gustaba que me siguiera a todas partes, la dibujaba a todas horas. La adoraba. Me encantaba saber que iba a llegar a casa y me iba a lamer hasta que me cansara, entenderla cuando quería pienso o flipar cuando me pedía agua haciendo ruido con el cacharrito. Le gustaban los besitos en la nariz y hacía turnos: ella te lamía un rato, luego te tocaba a ti y ponía su cabeza bajo tu mano, y luego te volvía a lamer ella, no había vuelta de hora. Se ponía a mi ladito en el sofá y no me dejaba tranquila ni a sol ni a sombra. Ahora lo echo de menos.  Cuando no, se tumbaba a mis pies esperando a que bajara del sofá para ver dónde iba.

 

   Hace poco se le "despertó" una enfermedad genénica y se pasó una semana malita. La llevamos al veterinario, pero de nada sirvió. u_u. El caso es que mi chica murió el día 7 de este mes, después de una semana de estar muy malita... El mismo día en que se suponía que llegaban los resultados de las pruebas. Hubiera hecho 4 años y medio dos días más tarde.



   Algunos dirán que sólo es un conejo, que por qué me pongo así. Pero me da igual. Yo la quería. Y ahora todo es muy raro sin ella.


  Meh...
La echo tanto de menos...
Esto de no tener que preocuparte de que nadie te muerda los cables, o que se cruce en tu camino... No tener a nadie a quien darle el último bocadito de manzana o la hojita de fuera de la lechuga... Que no reclame tus mimos con más mimos, ni que espere sentadita a que acabes de comer para que la acaricies largo rato. No tener a nadie a quien restregarle la naricilla ni a quien darle besitos entre las orejas y no poder escuchar cómo hace ese ruidito con los dientes de cuando algo le gustaba... No tener que ponerle el pienso de antes de dormir a nadie, no tener a nadie a quien dibujar a nuestros pies. Es un royo.


   Para lo peque que eras, has dejado un hueco enorme...
   Eras una amiga para mí y te voy a echar siempre mucho de menos. Tuvimos mucha suerte de tenerte con nosotros y de que resultaras ser tan dulce y tan mimosa. Siempre habrá un poquito de ti en nosotros dos. Un abracito allí donde estés, mi amor chiquitín. Pórtate bien y no nos olvides.
   Has sido el mejor regalo que he podido tener.